viernes, 15 de junio de 2007

¿Qué sabes de mi país? (II)

Bienvenidos al metro de Moscú.

El tema de comprar el billete no fue difícil, porque ya me sabía que sacando un bono de 20 me ahorraba unos ruflos (ver capítulo I). Entonces me quedé frente a la máquina con cara de Pantoja viendo el Tomate, al observar que todo el mundo metía el billete por una ranurita, le salía por otra, y pasaban y a mí aquello no me lo tragaba por ningún sitio (como dijo Josefina). Viendo mi cara de lerdo y mis absurdos intentos (no tengo mucha experiencia con las raji... ranuritas) se acercó una moscovita anónima (llamémosla Anorgasmikova) y me quitó el billete de las manos, y sin decirme una palabra (ni gestos ni miradas apasionadas) ni mirarme a la cara, lo pasó por encima de uno de los círculos que había entre ranurita y ranurita y de pronto la luz roja desapareció y apareció el verde: magia moscovita; con razón tienen un circo tan famoso... O eso, o que los bonos son magnéticos y los billetes que usa la mitad de la peña no, que todo puede ser.

Arrastré el poco orgullo viajero que me quedaba escaleras abajo para recibir la puntilla final ¡¡todo está en cirílico ruso y solo en cirílico ruso!! Si esto ya de por sí dificulta el tema de los nombres de estaciones, salidas, direcciones... bienvenidos al maravilloso mundo de los colores. Cada línea tiene un color, hasta ahí como en el resto del mundo, pero este dato lo omiten en el 90% de los carteles, tan minimalistas ellos, todos en blanco... con sus letritas tan raritas en negro... y cuando tienes la suerte de encontrar uno con los colores de la línea, te sientes como un daltónico en la semana del color en el Corte Inglés, porque en tu mapa del metro la linea 3 es azul marino, y en los carteles es azul pitufo; y la 4 en tus mapas es azul claro, y para ellos azul pitufo estreñido (o extrañado como estábamos nosotros), y ya luego podemos entrar en la gama de los rojosmarronesrojooscurocasinegro.

Tardamos un día en descubrir que no hay que fiarse de los colores; y otro en descubrir cómo saber en qué sentido va cada metro, porque el orden de las estaciones lo escriben al revés (algún día explicaré esto si me siento con fuerzas) y ¡¡hay estaciones escritas que no vienen en el plano!! y otras que se duplican por arte de magia (de nuevo), así que de golpe y porrazo te joden el truquillo de contar las estaciones, porque a ver quien entiende al primo de Yeltsin que grabó la cinta recitando los nombres de cada parada. Vamos, que pones el rosario de JuanPa2 y te enteras de lo mismo. Bastante problema teníamos ya con andar memorizando las tres primeras letras de cada estación (en plan "o, landa y eso que parece una m", o "ce, pi al revés, y o tachada") para que aparezcan y desaparezcan estaciones.

Según la página web del hotel, desde el aeropuerto hasta el hotel (bus + metro): "Time: 45 minutes".
Según nosotros: "Time: 135 minutes".
Que igual la culpa la tuvimos nosotros, que el tiempo también lo dan en ruflos y no sabemos hacer la conversión... porque ya solo el autobusoski tardó una hora y cuarto...

Segunda prueba superada: llegar al hotel.

[...]

Un homenaje a un ruso ilustre. Este sí que tenía ritmo, y no las T.A.T.U.

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